Wednesday, December 2, 2009

Próxima estación: África

Por toda Latinoamérica el fútbol aflora en cada esquina y ofrece la oportunidad para compartir experiencias y conocer mejor otras culturas. Nuestro próximo destino será África, donde a pesar de la mayor distancia cultural, esperamos que el fútbol sirva como conector para sentirnos locales en los lugares más recónditos.





La pelota la llevamos nosotros. Allá vamos.

A comer, Felipe

   En Bolivia, la Isla del Sol en el lago Titicaca es un destino turístico único, a 3800 metros de altura. Sin embargo, socializar futbolísticamente requiere un gran esfuerzo. Se puede jugar en la playa, en una cancha de fútbol cinco con piso de hormigón o en una cancha de once que sólo se habilita para el torneo anual, durante semana santa. El argentino promedio, que piensa que por historia futbolera puede ganar fácil un partido contra locales, está muy equivocado: el aire falta y las piernas pesan. Como en todos lados, los chicos siempre se hacen presentes cuando ven una pelota. En un partido improvisado, a la hora del almuerzo, entre algunos turistas y los chicos de la zona, todo transcurre con normalidad hasta que vemos una imagen que podría aparecer en cualquier barrio de Argentina. A Felipe lo llaman para comer y él se niega rotundamente a abandonar el partido, no puede dejar a sus compañeros con uno menos. Pero su mamá insiste y después de una pequeña pelea donde se ve quién manda, Felipe se va del campo de juego tremendamente ofendido.



Felipe se va de la cancha "escoltado" por su mamá

Consejos futboleros en el paraíso

   La situación es distinta en la Bahía de San Blas, en Panamá. De las 365 islas que la forman, sólo 49 están habitadas y entre algunas de ellas se hace un torneo de fútbol. En ninguna hay lugar para una cancha de once, por eso el torneo es en tierra firme. En La isla Carti Tupile, uno de los jugadores es Glomildo, el profesor de educación física de la escuela. Al comenzar la tarde los chicos usan la cancha de fútbol cinco, pero luego es el turno de los jóvenes que entrenan para el torneo.


Al enterarse de que somos argentinos Glomildo nos pide que juguemos contra ellos y que les marquemos algunos puntos para mejorar. El partido es parejo, ellos juegan bien pero se nota que no hay mucha cultura futbolera. En Panamá el deporte principal es el béisbol, pero a todos les gusta el fútbol aunque no se practique tanto. Glomildo está muy agradecido, le dijimos que para mejorar pueden practicar paredes o marcar hombre a hombre. Nosotros no somos ningunos expertos, pero un par de consejos ayudan mucho. Ya copamos el lugar.



Un picado en Manzanillo

   En Manzanillo, al sudeste de Costa Rica, una pequeña cancha en plena playa caribeña está vacía. Los arcos son tres postes de madera y la arena seca hace que a uno, que no está acostumbrado, le cueste correr. Somos cuatro y no pasan dos minutos desde que empezamos a pelotear para que dos chicos de menos de diez años se acerquen a pedirnos jugar. Nos dividimos en equipos de tres y empieza un partido al que se va sumando gente cada cinco minutos. Los chicos se desesperan por jugar: el que está solo corre a buscar a un amigo para poder entrar uno por bando. Al principio no hay posiciones ni tácticas que valgan, sólo un juego bastante desordenado. Poco a poco, nos ordenamos en posiciones y con un par de direcciones el juego se hace más prolijo y hasta ensayamos algunas jugadas preparadas. Dos horas pasan como si nada y al final del juego conocemos a todos los chicos de la zona, sus apodos, sus mañas, esas cosas que aunque no parezcan importantes hacen a la identidad de una persona.

El Palermo chiapaneco

   En Chiapas, 50 kilómetros al este de San Cristóbal de las Casas, Manuel practica jueguitos al borde de un río. Tiene ocho años y vive con su padre en una comunidad al costado de la ruta federal 199. Según su papá, sueña con ser el Palermo de México. Aunque al principio parece tímido, se suelta rápido cuando le pedimos jugar con él. después nos muestra el árbol desde donde se tira al río, y su papá nos habla de la región, de su historia y de cómo viven. Lo que al principio era un lugar desconocido se abre y se nos revela como no tan distinto a cualquier pueblo argentino.


Cuando se habla de su futuro futbolístico, Manuel se pone serio.

Tuesday, November 10, 2009

Una pelota universal

En la argentina las hinchadas de fútbol usan el verbo copar para enorgullecerse cuando son visitantes. En las tribunas y en los barrios copar la cancha se define como “llevar una banda de gente” o “cantar todo el partido”. El término es interesante porque habla de algo bastante complicado de lograr: sentirse cómodo en un ambiente distinto, nuevo e intimidante.

Vivimos en un mundo política y tecnológicamente globalizado, donde Internet y la televisión pretenden reemplazar la verdadera sensación de estar físicamente en un lugar. El aprendizaje y el conocimiento genuino desaparecen y se reconstruyen artificialmente. En este momento es cuando se hace necesario copar lugares que parecen adversos. Viajar y conocer los sitios que los paquetes turísticos no se animan a vendernos. Hablar con gente distinta, con quienes se pueda intercambiar pensamientos, comprender diferentes realidades sociales y pensar la alteridad desde otro lugar. Ese, desde hace un tiempo, es mi desafío.

Lejos de generar la violencia tan remarcada por los medios masivos de comunicación, el fútbol es unión, es un lenguaje universal que por medio de una pelota se convierte en un recurso inmensamente útil para conocer personas y culturas distintas, para dejar atrás los prejuicios y darse cuenta de que a pesar de las diferencias de dinero, religión y cultura, todos tenemos algo en común: nos encanta patear una pelota.

El argentino tiene una ventaja adicional: ser compatriota del Dios futbolístico más alabado de todos los tiempos. A pesar de las opiniones encontradas, ser argentino como Diego Armando Maradona es un buen punto de partida si se quiere hablar de fútbol. En Latinoamérica la ventaja es doble, en especial en los países con selecciones nacionales débiles, ya que las personas apoyan a la selección argentina por una cuestión de cercanía física, cultural y de lenguaje. “Yo en el mundial voy por Argentina”, se escucha desde México hasta Bolivia.