Por problemas políticos en 2001 muchas familias de granjeros dejaron Zimbabwe dejando atrás muchas de sus posesiones. Hubo muchos animales que quedaron abandonados. Con la idea de cuidar de ellos nació Bally Vaughan animal Sanctuary.
Para ser un santuario de animales la ley Zimbabwense exige que el establecimiento acepte a cualquier animal que llegue a sus puertas. No se le permite comprar o vender animales ni reproducir grandes felinos, como el león o e leopardo.
La dueña de Bally Vaughan, Sarah Carter, hace foco en cuidar la calidad de vida de los animales. Los alimenta periódicamente y cuida que tengan espacios grandes y limpios. Pero también se ocupa de educar a la población, por medio de tours escolares, para que se trate mejor a los animales en toda la región.
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