En la argentina las hinchadas de fútbol usan el verbo copar para enorgullecerse cuando son visitantes. En las tribunas y en los barrios copar la cancha se define como “llevar una banda de gente” o “cantar todo el partido”. El término es interesante porque habla de algo bastante complicado de lograr: sentirse cómodo en un ambiente distinto, nuevo e intimidante.
Vivimos en un mundo política y tecnológicamente globalizado, donde Internet y la televisión pretenden reemplazar la verdadera sensación de estar físicamente en un lugar. El aprendizaje y el conocimiento genuino desaparecen y se reconstruyen artificialmente. En este momento es cuando se hace necesario copar lugares que parecen adversos. Viajar y conocer los sitios que los paquetes turísticos no se animan a vendernos. Hablar con gente distinta, con quienes se pueda intercambiar pensamientos, comprender diferentes realidades sociales y pensar la alteridad desde otro lugar. Ese, desde hace un tiempo, es mi desafío.
El argentino tiene una ventaja adicional: ser compatriota del Dios futbolístico más alabado de todos los tiempos. A pesar de las opiniones encontradas, ser argentino como Diego Armando Maradona es un buen punto de partida si se quiere hablar de fútbol. En Latinoamérica la ventaja es doble, en especial en los países con selecciones nacionales débiles, ya que las personas apoyan a la selección argentina por una cuestión de cercanía física, cultural y de lenguaje. “Yo en el mundial voy por Argentina”, se escucha desde México hasta Bolivia.